La manera en la que el ser humano ha tratado su salud a lo largo de la Historia ha ido cambiando conforme se avanzaba en la medicina y en las tecnologías. Actualmente, la esperanza de vida en los países más desarrollados sigue creciendo, permitiendo que sus habitantes tengan una existencia no solo más prolongada, sino también más provechosa. Sigue habiendo dolencias de difícil tratamiento y por desgracia, todavía nos queda mucho por delante, pero poco a poco la salud va tomando un papel cada vez más importante. Y es que cuidarse es hoy en día más crucial que nunca, y la importancia de llevar una vida saludable, con ejercicio físico, con una buena alimentación, ya ha quedado más que clara. Incluso aspectos como la salud mental, que hasta hace tan solo unas décadas eran un auténtico tabú, están comenzando a ser más visibilizados por la sociedad. Porque cuando nos rompemos un hueso o tenemos un esguince acudimos sin dudarlo al médico, y cuando tenemos un problema de ansiedad o depresión deberíamos hacer lo mismo.
La salud mental sigue cobrando importancia en nuestros días porque se ha puesto de manifiesto que estamos en un mundo hostil para nuestra estabilidad emocional. Por la forma en la que trabajamos, en la que nos relacionamos, las emociones cada vez son más frágiles. Sentimos miedo de mostrarnos vulnerables, pero no podemos evitar el rompernos cuando algo nos afecta, el sucumbir al estrés y a la presión. La ansiedad es hoy en día uno de los problemas más recurrentes, en todos los grupos de edad, en ambos sexo, prácticamente en cada lugar del planeta. Somos una generación que vive con una presión continua en el trabajo, en la vida social… La salud mental se resiente, y con ella, todo el esfuerzo que podamos hacer por llevar una vida medianamente estable en cualquier sentido. Y es que al final estar bien emocionalmente es imprescindible para poder sanarnos de todo lo demás. Cuando el trabajo te obliga a vivir en constante presión, la situación se vuelve muy complicada. Más aún si tu oficio sigue siendo defenestrado por la mayoría de la población, como ocurre con las profesionales del sexo.
Un negocio que sigue en alza
La prostitución es un oficio que lleva siglos perpetuándose, y lejos de ir a menos, parece que sigue siendo tremendamente rentable hoy en día. Cierto es que, por su propia condición de ilegal en muchos países y regiones, los datos reales acerca de este negocio deben cogerse con pinzas. Sin embargo, nos limitamos a corroborar que, incluso en aquellos lugares donde no está permitida la prostitución, cualquier hombre con dinero y contactos puede encontrar una trabajadora sexual. La demanda siempre está viva, allá donde vayamos, y esto no hace más que crecer y crecer. Evidentemente, las beneficiadas no suelen ser las propias trabajadoras, sino las redes que en muchas ocasiones las explotan, o los burdeles que hacen negocio con ellas. La situación poco a poco está virando hacia una prostitución más “autónoma” y libre, gracias a Internet, pero todavía queda mucho para que el giro sea completo.
El negocio del sexo parece más vivo que nunca porque la propia sociedad se está hipersexualizando en estas últimas décadas. En países como España, la prostitución sigue siendo alegal, pero los números de clientes no bajan, sino que se mantienen o incluso suben. La conclusión es que siempre hay interés por parte de los clientes en encontrar a mujeres con las que tener sexo a cambio de dinero. Y esa salida es, para muchas chicas vulnerables y en situaciones complicadas, una alternativa de pura supervivencia. Parece dinero fácil, pero las consecuencias de estar todo el día entregándose sexualmente a los demás pueden ser muy dañinas. De hecho, hay estudios que afirman que más del 70% de las prostitutas tienen problemas de estrés, ansiedad o depresión, principalmente por culpa de su trabajo y su situación.
La dura carga mental de este trabajo
Ahondando más en esta situación, los profesionales de la psicología y la psiquiatría que han podido tratar a estas mujeres comprueban que hay un patrón muy repetido. La mayoría de las trabajadoras sexuales que han llevado tiempo en este negocio sufren de un síndrome de estrés postraumático muy parecido al que tenían los veteranos de guerra. Una situación que les ha dejado tan marcadas que hace que su día a día sea muy complicado, y que altera por completo su realidad. La carga mental de su trabajo, ya duro de por sí, se vuelve más pesada al entender que la propia sociedad las aparta y las margina, por hacer algo que muchas veces ni siquiera han elegido.
La supervivencia ha llevado a muchas mujeres en países menos desarrollados a dedicarse a la prostitución en otros lugares con mejores opciones. Obligadas en muchos casos, pero en otros por su propia consideración, han entendido que el sexo es una alternativa para sobrevivir. Sin embargo, las consecuencias para su salud mental pueden ser devastadoras. Estas mujeres están expuestas a todo tipo de maltratos por parte de los clientes, tanto físicos como psicológicos, en base a que ellos se sienten con la potestad de todo solo por pagarles. Las prostitutas en situación ilegal tienen miedo a denunciar estos ataques y agresiones, ya que el remedio puede ser peor que la enfermedad para ellas. Por eso aguantan, hasta que pueden, tratando de sobrellevar esa carga mental tan dura.
Trastornos y problemas asociados
Generalizamos, pero es cierto es que este trabajo debe tener una de las más altas cuotas de trastornos y problemas psicológicos. No hay datos tan concretos como para refutar esta teoría, pero solo por las condiciones de trabajo de la mayoría de profesionales, parece claro que su situación es insostenible. Todos sufrimos estrés y ansiedad en nuestros puestos de trabajo de vez en cuando, pero no tenemos que estar día a día entregándonos de una manera tan íntima. El principal trastorno que desarrollan estas profesionales es la ansiedad, por una situación que no pueden llegar a controlar. El estrés de tener que buscar continuamente nuevos clientes para seguir ganando dinero las hace entrar en un bucle muy peligroso, que puede terminar también en depresión.
Un cuadro clínico que en cualquier otra situación permitiría una baja, algo que en este caso es inviable. Estos problemas siguen afectando a todas las parcelas de la vida de estas mujeres, que en muchas ocasiones también deben sobrellevar situaciones de precariedad económica. La presión social con la que viven es tanto daño colateral como causa de estos problemas psicológicos, y lleva a muchas a buscar refugio en las drogas y otras adicciones. El tratamiento para este tipo de mujeres está fuera del sistema en aquellos países donde la prostitución es ilegal, lo que provoca que su situación se agrave. La carga mental que deben soportar siempre va asociada a la obligación de trabajar con clientes no deseados, en horarios imposibles… Es decir, en no poder controlar realmente su tiempo de trabajo, algo que en este sector es muy dañino.