A veces el espejo no nos da sino malas noticias. Nos paramos frente a él y parece que nos sobran kilos por todas partes. El vernos gordos o al menos sobrepasados de peso, es causa de angustia y sufrimiento para muchas personas. Gente que lo han intentado todo, han seguido dietas milagros y se han apuntado a seguir a pies juntillas la dieta de la piña, la del cucurucho, la del huevo, la de la alcachofa y, sobre todo, la dieta definitiva. Pero al final siguen con los mismos kilos y algunos de cientos de euros menos en el bolsillo.
La frustración por no lograr ganarle la batalla a la báscula convierte a las personas obesas en gente vulnerable que, ante la falta de logros, bajan los brazos y se ponen ciegos a dulces y comida basura, o que deciden vivir aislados y deciden pasar los días con un tratamiento intensivo de sofá, tele y helado. La obesidad es un estado físico con el que nadie está a gusto. Para prevenir su aparición hay dos pilares básicos sobre los que apoyarse: ejercicio físico y dieta equilibrada.
Mantén una buena dieta
Entendemos por dieta equilibrada aquella en la que priman los alimentos hipocalóricos como son las verduras y las frutas, pero, por supuesto, conteniendo también comidas ricas en proteínas y que además aporten hidratos de carbono y grasas.
Los tres pilares sobre los que elaborar esta dieta equilibrado son los hidratos de carbono, proteínas y las grasas. Las primeras contribuirán con un 55 a 60% del total de las calorías consumidas. Los hidratos son el combustible que nos hace funcionar, el que nos hace sentir con energía. Para que haga bien su trabajo, su consumo debe producirse antes de hacer ejercicio.
La pasta es ideal antes de afrontar una sesión intensa de ejercicios, por lo que, si seguimos una vida sedentaria, toda esa energía que nos aportan los hidratos de carbono se transformará en grasa si no la quemamos corriendo, en bici o en sesiones de gimnasio. Las proteínas contribuirán con otro 15%.
Estas se transforman en enzimas que actúan para inmunizarnos ante el ataque de enfermedades, mantienen la actividad de los músculos y regulan la temperatura corporal. Se encuentran en la carne, el huevo, el pescado y en la leche y sus derivados.
Las grasas no deben sobrepasar nunca el 30% de las calorías ingeridas. La función de las grasas es actuar en nuestro organismo como despensa y almacén de energía para cuando nos falten los hidratos de carbono. Si hemos de tomar grasas, mejor que sean no saturadas y que se encuentran en los aceites vegetales como el de oliva, maíz, soja y girasol.
Realiza ejercicio de forma moderada
Para protegernos de la obesidad, no es necesario darnos una paliza corriendo a 30 kilómetros por hora como si nos fueran a quitar la cartera y recorriendo media ciudad.
Lo importante es mantener un estilo de vida activo, preferir subir y bajar las escaleras antes de coger el ascensor, caminar para hacer los recados, imponernos el hábito de pasar al menos media hora al día, coger la bicicleta, hacer unos largos de natación o efectuar ejercicios de estiramientos.
Bebe bastante agua
Mucho se ha escrito sobre la importancia de tomar abundante agua como forma de eliminar toxinas e hidratar nuestro cuerpo. Los expertos recomiendan beber entre 8 y 10 vasos de agua al día, de forma gradual y a pequeños sorbos. La falta de hidratación suele conllevar cansancio, dolores de cabeza y merma en nuestra capacidad de atención y concentración.
Cómo saber si tenemos sobrepeso
El Índice de Masa Corporal es una medida acreditada por la OMS (Organización Mundial de la Salud) con la que se establece, de manera sencilla, un método de medir el exceso de grasa.
Para ello se toma el peso de una persona en kilogramos y este se divide por el cuadrado de la talla en metros.
Si tu IMC es igual o superior a 25 has rebasado la línea del sobrepeso, si sigues un poco más y llegas o sobrepasas un índice de 30 es que tienes problemas de obesidad. Una persona que mida 1,80 y pese 75 kilos su índice de masa corporal sería el resultado de dividir 75/3.24.
Pero en los límites del sobrepeso y la obesidad, hay grados: un IMC <25= peso normal, de 25 a 30= sobrepeso, de 30 a 35= obesidad tipo 1, de 35 a 40 = obesidad tipo 2 y >40 = obesidad tipo 3.
¿Puede tratarse de un problema genético?
Muchos expertos consideran que el mayor factor que determina la obesidad en las personas es de tipo genético. No importa los atracones o los alimentos de los que te prives, lo que te machaques en el gimnasio o la pasta que sueltas cada mes pagando dietistas o comprando dietas milagros.
Lo mismo ocurre con esos flacuchos que ya se pueden zampar cuatro hamburguesas y beberse un par de litros de refresco que siempre conservan una figura de bailarín.
El secreto está en los genes. Un grupo de científicos del Consorcio de Investigación Genética de Rasgos Antropométricos (GIAN) estudiaron muestras genéticas de nada menos que 300.000 personas distintas.
De sus investigaciones concluyeron que aquellos individuos que tienen una cintura más grande son más propensos a desarrollar trastornos metabólicos como la diabetes o los problemas cardiovasculares, además que sus depósitos de grasas estaban relacionados con genes propensos a retener grasa o crear tejido adiposo.
En el análisis del Índice de Masa Corporal descubrieron que existe en el mapa del genoma hasta 97 regiones que influyen en la inclinación genética de una persona a sufrir obesidad.
Causas y consecuencias de la obesidad y el sobrepeso
Como conclusión, podemos resumir que en las causas que desencadenan el sobrepeso y la obesidad, se hallan alguna de estas razones: falta de actividad física, alimentación inadecuada, disposición genética y un estilo de vida sedentario.
El tratamiento con determinados medicamentos que se suministran de forma periódica o crónica. Las consecuencias de la obesidad pueden llegar a ser: apnea del sueño, diabetes del tipo 2, accidentes y enfermedades cardiovasculares, depresión y baja autoestima, trastornos de los músculos y de los huesos.
Nutricionistas, endocrinos y otros expertos recomiendan: limitar en consumo de alimentos ricos en grasas y azúcar, aumentar el consumo de frutas y verduras, realizar actividades que requieran esfuerzo físico moderado y dejar de fumar.